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viernes, abril 28, 2017

Modernidad y vanguardia en la Cataluña de principios del siglo XX.

LAS PRIMERAS RELACIONES DE FORMACIÓN.
En este capítulo se inician los apartados que ilustran sobre las cuestiones de la modernidad y la vanguardia en Barcelona durante la juventud de Miró, y, sobre todo, el desarrollo de una progresiva fusión de influencias de otros artistas sobre él. 

Modernidad y vanguardia en la Cataluña de principios del siglo XX.
Las corrientes de la modernidad llegan a Cataluña a finales del siglo XIX, mientras que las vanguardias lo hacen a principios del siglo XX, y en la capital catalana se mezclan varias corrientes, unas tradicionales y otras novedosas, originando una tendencia hacia la síntesis ecléctica que se notará en Miró.
Se vislumbran por sus afinidades estéticas, sociales y políticas hasta cuatro grandes corrientes plásticas en Cataluña en 1900-1914 (que en gran medida perviven en 1914-1936), una clasificación tomada sobre todo de Arnau Puig (1979), Francesc Fontbona (1985) y Valeriano Bozal (1992).

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Arnau Puig. 

Puig. La pintura i l’escultura a Catalunya (1914-1936). “L’Avenç”, 19 (IX-1979): 30-31. Puig acepta que esta división en cuatro tendencias no obsta para que muchos artistas se sitúen en dos o más de ellas a lo largo de su evolución personal y que en muchos casos se mantengan rasgos de varias. 


Francesc Fontbona.

Fontbona, F. Del Modernisme al Noucentisme, 1888-1917. 280 pp. v. VII. en Història de l’Art Català. Edicions 62. Barcelona. 1985. 

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Valeriano Bozal.

Bozal, V. Pintura y escultura españolas del siglo XX (1900-1939). Espasa Calpe. Colección Summa Artis, XXXVI. Madrid. 1992. 700 pp.

La primera corriente es antimoderna, la segunda y la tercera son modernas, y la cuarta es vanguardista.
Primera, la de los artistas academicistas, influidos por el neoclasicismo, el romanticismo el realismo, que cultivan los géneros del paisaje, el folklore y la historia, y, que en general, entienden la actividad artística como un medio narrativo. Es la corriente más tradicional, centralista y conservadora, ligada a la burguesía catalana del fin de siècle reacia al cambio.
Segunda, la de los artistas postimpresionistas y modernistas, que aceptan las aportaciones del impresionismo y entienden la pintura como una entidad cromática autónoma —aunque sin salir jamás del naturalismo— y no como soporte que posibilite la ilustración de una anécdota. Es la corriente más cercana a la burguesía centralista, pero que acepta la inevitabilidad del cambio, aun con riesgos, y que en su componente modernista también se vincula a buena parte de la burguesía catalanista más bienestante y moderada.
Tercera, la de los artistas nacionalistas que se engloban en el noucentismo y que beben del academicismo, el postimpresionismo y el modernismo, que entienden el arte como un medio de crear una imagen nacional catalana. Muchos serán clasificados como mediterraneístas al buscar sus raíces en el clasicismo grecorromano y el Renacimiento italiano, en la naturaleza mediterránea de la tierra catalana y en el espíritu de la Cataluña medieval. Es la corriente cercana a la burguesía conservadora que pretende una Cataluña autónoma y poderosa. Pero no es un movimiento homogéneo, y así Lubar distingue tres corrientes estéticas en el noucentismo catalán: la clasicista de Ors, que defiende el neoclasicismo de Torres García; la nacionalista de Maragall, espontánea y romántica, que se refleja en la pintura mediterránea de Sunyer; y la ecléctica de Junoy, que cultiva a la vez el clasicismo mediterraneísta y la novedosa apertura al cubismo y el futurismo, con exponentes tan dispares como Torres García, Sunyer o Manolo Hugué. [Un resumen de esta clasificación de Lubar en Combalía. Miró surrealista. Rebelde en Barcelona, callado en París, en Solana, G; et al. El Surrealismo y sus imágenes. 2002: 106.]
Y cuarta, la de los artistas vanguardistas, sobre todo los rupturistas que parten del cubismo para servirse de la pintura como un medio especulativo independiente que les permita realizar sus inquietudes formales. Cabe añadir algunos que se embeben de los maestros más avanzados del s. XIX, como Courbet, ejemplo de compromiso para sus sucesores. Es la corriente más desligada de la burguesía y la forman pequeños grupos, independientes entre sí aunque comparten intereses cosmopolitas e internacionalistas, y que pretenden cambiarlo todo, abolir el pasado. La capital de la corriente vanguardista catalana, empero, no será tanto Barcelona como París, donde se desenvuelven en distintas épocas Picasso, Miró y Dalí, y de donde los jóvenes artistas toman las incesantes novedades europeas: el fauvismo en 1904-1905, el cubismo en 1907, el futurismo en 1909, la abstracción en 1910-1911, el collage en 1912...

El punto de corte llega en 1904-1905, cuando aparecen las comúnmente llamadas vanguardias: en 1904 Picasso se establece definitivamente en París, siguiendo la estela de tantos otros artistas españoles de vanguardia; los fauves se muestran en París, iniciando uno de los movimientos más apreciados por Miró en su juventud; y el Salon d’Automne muestra retrospectivas de Redon, Renoir, Toulouse-Lautrec y Cézanne, cuatro artistas que influirán en distinto grado en Miró. Al año siguiente, en 1905, el Salon d’Automne de París (18 octubre-24 noviembre), presidido por Auguste Renoir y Eugène Carrière, muestra dos antológicas de Ingres y Manet —ambos apreciados por Miró en los años 10 y los primeros 20—, y por primera vez a los fauves (Matisse, Manguin, Derain, Guérin, Valtat, Puy, Vlaminck), provocando el escándalo de la crítica y el público, y el correspondiente interés de los jóvenes pintores; al mismo tiempo, en Dresde se forma el grupo Die Brücke (El Puente) con Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel, Karl Schmidt-Rottluff y Fritz Bleyl, pero cuya pincelada dramática de intenso colorido le será a Miró más lejana. A partir de 1906 se suceden los movimientos en rapidísima sucesión y de casi todos ellos bebe Miró en un momento u otro: cubismo, futurismo, cubofuturismo, abstracción, retorno al neoclasicismo...

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